He extraído y traducido este pequeño texto del ùltimo libro de Stan Grof ·"Sanando las heridas más profundas" (titulo en italiano) para acercarles un material que no ha sido editado en Argentina.
La psicología transpersonal, o cuarta fuerza, ha examinado
las equivocaciones más flagrantes de la psiquiatría y la psicología
dominantes en relación con la espiritualidad y la religión. También proporcionó
una respuesta a fenómenos de importancia
observados en la investigación moderna
sobre la conciencia, y en varios otros campos para los que el paradigma
científico actual no tenía explicaciones adecuadas.
Michael Harner, antropólogo con excelentes credenciales académicas
que había recibido una potente
iniciación chamánica durante su investigación en la selva amazónica, ha
resumido de manera convincente las debilidades de la psicología académica en el
prefacio del libro “El Camino del chamán” (Harner 1980), lo que sugiere que la
comprensión de la psique en la civilización industrializada está seriamente
parcializada como etnocéntrica y cognicentrica (aunque el término pragmacentrica
probablemente sería más apropiado).
Etnocéntrica, ya que ha sido formulada y promovida por científicos materialistas occidentales que consideran
su punto de vista superior al de cualquier otro grupo de personas en cualquier
momento de la historia. Según estos científicos, la materia precede a todo,
mientras que la vida, la conciencia y la inteligencia serían meramente sus efectos accidentales colaterales.
Cualquier forma de espiritualidad, no obstante refinada, sería el producto
de la ignorancia de datos científicos, supersticiones,
credulidad infantil, autoengaño y pensamiento mágico primitivo.
Las experiencias espirituales directas, que involucran al
inconsciente colectivo, símbolos y temas arquetípicos, no serían otra cosa que
el producto de una mente enferma.
Aunque no disponen de explicaciones médicas
adecuadas y de datos de laboratorio para validar esta posición, los psiquiatras
oficiales modernos interpretan las experiencias
visionarias de los fundadores de las grandes religiones, de los santos y profetas
como manifestaciones de enfermedad mental.
Desde una despreciable toma de distancia de los rituales
y de la vida espiritual, no hacen ninguna distinción entre las creencias
primitivas populares (o las interpretaciones literales y fundamentalistas de
los textos sagrados) y las sofisticadas tradiciones místicas o las grandes
filosofías espirituales orientales, basadas en siglos de sistemática exploración
introspectiva de la psique.
En la literatura psiquiátrica, hay un gran número de artículos y
libros en los que se discute sobre el
diagnóstico clínico más adecuado para algunas de las figuras espirituales más
ilustres de la historia.
De San Antonio se ha dicho
que era esquizofrénico, de San Juan de la Cruz que sufría de "perversión hereditaria”. Santa Teresa de Ávila fue desestimada por
padecer una grave psicosis histérica, y las visiones místicas de Mahoma fueron
atribuidas a la epilepsia.
Muchas otras personalidades religiosas y espirituales como Buda,
Jesucristo, Ramakrishna y Sri Ramana Maharshi fueron definidos como enfermos psicóticos a causa de sus experiencias visionarias y sus
"fijaciones". Del mismo modo, algunos antropólogos pertenecientes a
la escuela clásica han discutido la
posibilidad de diagnosticar a los
chamanes como esquizofrénicos, psicóticos ambulantes, epilépticos o histéricos.
El famoso psicoanalista Franz Alexander, considerado uno de los padres de la
medicina psicosomática, escribió un ensayo en el que también describe la
meditación budista en términos psicopatológicos, llamándola una "catatonia
artificial."
Mientras que la psicología y la psiquiatría occidental continúan
describiendo los rituales y la vida espiritual de las antiguas culturas y los
pueblos indígenas en términos patológicos, los excesos perniciosos de la
civilización industrial, una amenaza potencial para la vida del planeta, han
sido tan integrados en nuestras vidas para atraer, sólo en raras ocasiones, la
atención específica de profesionales e
investigadores, y nunca ser etiquetados como patológicos.
Sin embargo, cada día
estamos presenciando acontecimientos de
avaricia insaciable y agresividad destructiva: el saqueo de los recursos
no renovables transformados rápidamente
en formas de contaminación industrial, la contaminación del medio ambiente esencial para la supervivencia, con la lluvia
radiactiva, las sustancias químicas tóxicas y los derrames masivos de petróleo,
el abuso de los descubrimientos científicos en el campo de la física, química o
la biología para el desarrollo de armas
de destrucción masiva, la invasión de naciones con masacre de civiles y en
ocasiones de genocidio, el diseño de las operaciones militares que, de
aplicarse, llevaría a la muerte de millones de personas .
Los protagonistas y los creadores
de estas estrategias de destrucción y de
este escenario apocalíptico, no sólo caminan con libertad, son ricos y famosos,
ocupan posiciones de poder social, y reciben honores de todo tipo.
Contemporáneamente, muchas personas que experimentan estados
místicos con un potencial vital transformativo, sujetos a episodios de muerte y
renacimiento psicoespiritual, o incluso a experiencias de vidas pasadas, terminan siendo hospitalizados con
infames diagnósticos y tratamientos
farmacológicos represivos.
A esto se refería Michael Harner cuando hablaba de prejuicio etnocéntrico en la
distinción entre normalidad y patología.
Tratto da : “Guarire
le ferite più profonde”
Dr. Stanislav Grof
Traducción del italiano
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