El Tiempo del alma

giovedì 6 aprile 2017

Los cinco principios fundamentales de una psicología de la liberación

Lo Transpersonal
Boletín de la A.I.P.T
Asociación italiana de Psicología Transpersonal

Los cinco principios fundamentales de una psicología de la liberación
Por A. Cohen

Los cinco principios fundamentales de una psicología de la liberación, de los cuales habla Andrew Cohen, un maestro espiritual contemporáneo, “describen simplemente y con claridad como vivir aquello que se descubre en la revelación espiritual – como encarnar la absoluta naturaleza de aquella revelación en la vida que estamos viviendo aquí y ahora”.-
Ellos corresponden también a la apertura a las formas arquetípicas, que representa los pasos del crecimiento de una persona en su recorrido espiritual.
El primer principio se refiere a la claridad de la intención, o sea el no tener dudas sobre el hecho de querer ser libres por sobre todas las cosas en este momento, independientemente de la emergencia de las emociones.
Este principio corresponde a aquello que la sabiduría vedanta indica como “la ardiente voluntad de liberación”, o sea, la profunda certeza, a menudo no expresable en palabras, que más allá de nuestras limitaciones, somos empujados por una fe bien precisa e inamovible, que nos guía en las elecciones y en las acciones hacia una realidad que nos trasciende.

El segundo principio es expresado por Cohen como la ley volitiva. Siendo que se desea ser libre más que cualquier otra cosa, se toma la elección consciente de no ser más una víctima. El hecho de sentirse una victima por haber sido heridos en el pasado, causa, a menudo inconscientemente, heridas a otras personas. Por el contrario, renunciando a sentirse una victima, tal tendencia disminuye drásticamente. Este pasaje requiere la activación del arquetipo del Guerrero, el cual, basándose sobre la ardiente voluntad de liberación, aporta las energías psíquicas para combatir la dura batalla de salida del propio victimismo.

El tercer principio se concretiza en el afrontar todo y no evitar nada. Sin embargo lo que ocurre a manudo es que accionamos en modo de no afrontar nada y evitar cada cosa, porque nos gusta acunarnos en nuestros lamentos, nos gusta mantener el statu quo. En la base de este comportamiento, responsable de la detención del camino espiritual, está el narcisismo, entendido como el no poder soportar más que nada, de ver (o que alguien nos haga ver) la verdad sobre nosotros, que consiste en rechazar la incompletitud y en perpetuar la imagen ideal de nosotros mismos.
La actuación de este principio requiere un trabajo sobre la superación del orgullo, eventualmente ayudado por un trabajo psicoterapéutico profundo.

El descubrimiento que cada aspecto de la experiencia humana es una cuestión absolutamente impersonal, en el sentido que puede reencontrarse, en distintos grados de intensidad, en todos los seres humanos, abre las puertas a un nuevo conocimiento sobre la propia existencia, ya no más encastrada en los limites restrictivos del propio narcisismo, y sí abierta a ser compartida con la experiencia de los otros.
Por ejemplo, la experiencia del miedo, madre de muchas emociones, es idéntica en todos los seres humanos, aunque con distintas esfumaturas.
La entera experiencia humana es un evento impersonal. Por lo tanto universal.
Dándose cuenta profundamente de esto, se comienza a descorrer las ilusiones de la esfera personal, y se puede abandonar más fácilmente los comportamientos narcisistas. Este principio que Cohen llama la “verdad de la impersonalidad”, se activa bajo la acción del arquetipo del Ángel, correspondiente a la apertura del corazón.

Finalmente, el último principio, que consiste en el accionar por el bien del todo, consiste en la apertura hacia la Vida y corresponde a la activación del arquetipo de la Gran Madre.
Aspirar a la liberación de todos los seres humanos, y no solo a la propia personal, nos hace vibrar en acuerdo con la vida universal y da un sentido más profundo a la investigación y a la Liberación misma.
Stefano Pischiutta

ESTADOS MENTALES SUPERIORES: La compasión y el perdón

La posibilidad de manejar energías vibracionales más elevadas, está directamente relacionada con la capacidad de poder ampliar conciencia.
Sintonizar con estados mentales superiores implica un proceso de refinamiento energético. Las altas frecuencias crean estados sutiles como la vulnerabilidad, sensibilidad, receptividad y desarrollo intuitivo, en contraposición al carácter reactivo que caracteriza los niveles densos de energía de una conciencia limitada del Ser.
Un ser que vibra en un nivel de conciencia marcadamente dualista donde la separatividad define su modo de operar, necesariamente tendrá respuestas vinculares que reflejen ese estado de conciencia. Su comportamiento tenderá a búsquedas de satisfacción personal sin registro de la presencia de un otro, formando parte de la situación creada como oportunidad para trascender una conciencia individualista.
Es importante señalar que el ejercicio del perdón es parte del proceso de maduración de la conciencia donde la compasión y la aceptación son sus elementos constituyentes.
El camino comienza en nuestro interior. Es una experiencia interna de despertar la que permite vislumbrar estados mentales donde la conciencia del amor y de la unicidad se revela como la esencia del Ser.
A medida que observamos nuestras propias heridas con una conciencia de involucración y responsabilidad, estaremos disponiéndonos a una nueva forma vincular que invoca un nivel de energía más elevado, y como consecuencia, más compasivo para todos los involucrados.
La fuerza que imprime la nueva energía planetaria impulsa el despertar a estados superiores del Ser. Se movilizarán los contenidos que se encuentran fuera del campo de la conciencia ordinaria, siendo esta movilización causa de desequilibrio, confusión y malestar. Todos sabemos que este tiempo es el despuntar de la nueva conciencia que requiere un proceso de purificación, sutilización e integración para trascender los niveles de dualidad.
Lic. Annamaria Saracco

El sembrador de dátiles (cuento sufi)

Risultati immagini per datileraEn un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Elihau de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Elihau transpirando, mientras parecía cavar en la arena. —¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.

—Contigo –contestó Elihau sin dejar su tarea. —¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos? —Siembro –contestó el viejo. —¿Qué siembras aquí, Elihau? —Dátiles –respondió Elihau mientras señalaba a su alrededor el palmar.

—¡Dátiles! –repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez comprensivamente—. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor. —No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos... —Dime,


amigo: ¿cuántos años tienes?


 

—No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso ¿qué importa? —Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años de crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.

—Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar estos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

—Me has dado una gran lección, Elihau, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste –y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero. —Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

—Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas. —Y a veces pasa esto –siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas—: sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseché no sólo una, sino dos veces. —Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte..



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