El Tiempo del alma

mercoledì 22 maggio 2013

La purificación del alma. Dr. Roberto Assagioli - II Parte

Este frondoso bosque no sólo representa la vida viciosa del hombre ordinario, tal como suelen afirmar sus diversos comentadores, sino también y especialmente ese peculiar estado de desazón, de agudo sufrimiento y de oscuridad interior que suele preceder al despertar del alma.

A este estadio corresponde, mucho más que al de la vida del hombre ordinario, lo que Dante nos refiere sobre el bosque: que se veía invadido por el miedo tan sólo con recordarlo, y que "tan amargo era, que sólo un poco más era la muerte".

Al poco lo confirma todavía mejor. De hecho, el descubrimiento del cerro iluminado por el sol y  la elevación de la vista indican claramente el momento decisivo del despertar del alma.
Se apacigua entonces su temor en el remanso del corazón y, tras un ligero descanso, comienza a ascender por la ladera del cerro.
Ello simboliza claramente la fase que sigue al despertar.

Aquel que ha experimentado un primer resplandor de la radiante luz del espíritu; aquel que ha degustado, aunque sólo fuere por un instante, la gran paz y la perfecta beatitud del "despertar", siente como en su propia alma surge la intensa aspiración de recibir cada vez más luz y de permanecer para siempre en este estado sereno y beatífico.
Por consiguiente, intenta seguir escalando la deslumbrante cima y, movido por el entusiasmo de la primera revelación, cree poder seguir avanzando recto y seguro. pero ay de él !, pronto empiezan las dificultades y los peligros. De modo que, "casi al comienzo de la cuesta", dice Dante, se encuentra con una fiera que le obstaculiza el paso continuamente:

                                                    No se apartaba de mi vista
                                                    y me impedía el paso a tal grado,
                                                    que muchas veces me sentí tentado a retroceder,

Esta primera fiera, la "ligera y rapidísima pantera", simboliza especialmente la atracción y las tentaciones de los sentidos.

En el momento de la iluminación, con su gozosa exaltación, el hombre no siente tales atracciones; pareciera como si toda ilusión se hubiese desvanecido, como si todo vínculo terrenal hubiera sido despedazado. Pero no es así: el alma, con dolorosa sorpresa, se da cuenta de que su naturaleza inferior - que tan sólo había sido paralizada y adormecida momentáneamente, pero no vencida - rápidamente se despierta y se rebela con violencia, plantándose ante el hombre y obstaculizando su camino.

Sin embargo el alma iluminada no se deja vencer por la atracción de los sentidos, sino que sostenida por sus aspiraciones, elevada y estimulada por distintas señales e indicaciones y por ayudas interiores y externas, espera triunfar.

Dante lo expresa así en sus versos:

                                                  Y me daban motivos para confiar
                                                   en conseguir la piel manchada de aquella fiera
                                                   aquella hora y estación tan dulces.