El Tiempo del alma

lunedì 7 marzo 2016

Gregg Braden

Vivimos en un universo de ciclos
Desde las diminutas vibraciones de energía generadas por un átomo hasta el surgimiento y la desaparición de los enormes campos magnéticos del Sol ... desde el constante ritmo de las mareas del océano hasta los miles de kilómetros que recorre un pequeño colibrí cada año para migrar a climas más cálidos, nuestro mundo es una danza interminable de ciclos repetitivos de la naturaleza.
Estos ciclos están en todo.

De forma intuitiva, sabemos de su existencia por experiencia directa. Por ejemplo, el ritmo menstrual femenino se rige por un ciclo de 28 días relacionado con las fases cíclicas de la Luna.
Todos los días nuestros cuerpos siguen los ritmos de un período de 24 hs (el ciclo circadiano de luz y oscuridad), que regula aspectos como el sueño, la vigilia y el hambre. Y aunque el uso de bombillas de 60 vatios y el consumo de capuchinos a altas horas de la madrugada pueden haber cambiado para siempre la forma en que  respondemos a los ritmos de la naturaleza, el hecho es que los ciclos existen.

Si observamos en detalle los ciclos de la naturaleza, veremos que cada uno es parte de otro mayor que tiene lugar dentro de otro todavía mayor, y así sucesivamente: se trata de ciclos secuenciales de tiempo y energía que regulan los ritmos del universo y la vida.

Nuestras experiencias del día y la noche es un ejemplo perfecto de cómo funcionan estos ciclos secuenciales. Las horas de luz y oscuridad que experimentamos todos los días se deben a la forma en que gira la Tierra alrededor del Sol, un ciclo que dura unas 24 hs. A su vez, el tiempo que se mantienen la luz y la oscuridad de cada día está relacionado con la forma en que nuestro planeta se inclina en dirección al Sol, o en dirección contraria, durante su órbita: los ciclos que dan lugar a las estaciones del año. La inclinación terrestre es parte de un ciclo aún mayor que determina cuánto duran las estaciones a lo largo de  miles de años.

Aunque la experiencia del día, la noche y las estaciones nos ofrecen un claro ejemplo de los ciclos de la naturaleza, en ellos encontramos mucho más que la simple duración de un día o el comienzo del verano.

Ralph Waldo Emerson describió en términos simples y poéticos nuestra relación con estos ciclos:

"Nuestra vida es un aprendizaje de la verdad de que alrededor de cada círculo se puede dibujar otro; que la naturaleza no tiene fin, y que cada fin es un comienzo".

Tanto las palabras de Emerson como nuestro conocimiento de los ciclos nos conducen a ciertas preguntas que debemos formularnos: ¿si los ciclos de la naturaleza se encuentran en todas partes, es posible que todo, desde nuestras relaciones románticas y de negocios hasta nuestras conexiones globales, desde la luz de un nuevo nacimiento hasta la oscuridad del 11 de septiembre del 2001, forme parte de los grandes ciclos que apenas estamos aprendiendo a reconcer? Y si es así, ¿podemos prepararnos para el futuro reconociendo el pasado?

Si esta relación realmente existe, todo lo que nos han hecho creer sobre nuestro mundo y sobre nosotros mismos cambiaría. Podríamos descubrir, por ejemplo, que cuestiones tan diferentes como la frecuencia de nuestros logros y fracasos, el éxito en nuestras relaciones y profesiones e incluso la duración de nuestras vidas tienen que ver con ciclos que solo estamos comenzando a comprender.
Gracias a este nuevo descubrimiento, también podríamos ver que ya no somos víctimas de un destino misterioso, al cual le atribuimos muchas de nuestras experiencias pasadas. Sin embargo, para explorar dicha relación, debemos comenzar a reconocer los patrones que nos rodean.

"El tiempo fractal". Gregg Braden

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