... Después de la enfermedad comenzó una época de trabajo terrible para mí. Muchas de mis obras principales surgieron sólo después. El conocimiento, o la visión del fin de las cosas me dieron valor para nuevas formulaciones. Yo no intenté imponer mis propias opiniones sino que me confié al flujo de las ideas. De este modo fueron surgiendo en mí un problema tras otro y maduraron hasta adquirir forma.
Hubo además otra cosa que resultó de mi enfermedad. Podría formularlo como una afirmación del ser: un sí incondicional a lo que es, sin objeciones personales. Aceptar las condiciones de la existencia, tal como yo la veo: tal como la entiendo. Y aceptar mi propia esencia, tal como soy concretamente.
Al principio de la enfermedad tuve la sensación de haber incurrido en un error en mi actitud y por ello ser responsable, en cierta medida, del fracaso. Pero cuando se sigue el camino de la individuación , cuando se vive la vida, hay que aceptar también el error; de lo contrario, la vida no sería completa. No existe garantía alguna, en ningún instante, de que no incurramos en el error o en un peligro mortal. Se cree quizás que existe un camino seguro. Pero éste sería el camino de los muertos. Entonces ya no sucedería nada o en ningún modo lo que debe ser quien sigue el camino seguro, está exactamente muerto.
Solo después de la enfermedad comprendí lo importante que es para el propio destino el decir sí. Pues de este modo hay ahí un Yo que luego no desertará cuando suceda algo inconcebible.Un Yo que persiste, que soporta la verdad y que está a la altura del mundo y del destino. De este modo se ha experimentado en un fracaso también una victoria.
Nada es estorbo, ni por fuera ni por dentro, pues la propia continuidad ha resistido al fluir de la vida y del tiempo. Pero esto sólo puede ocurrir cuando uno no se inmiscuye indiscretamente en los designios del destino.
Comprendí también que se deben aceptar los pensamientos que a uno se le ocurren como algo realmente existente, al margen de toda clasificación. Es verdad que las categorías de verdadero y falso existen constantemente, pero al mismo tiempo se muestran poco propicios; pues la presencia del pensamiento es más importante que su apreciación subjetiva. Sin embargo, no deben reprimirse tampoco los juicios, puesto que como pensamientos presentes contribuyen a la visión de la totalidad.
"Recuerdos, sueños, pensamientos". C.G. Jung
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