Psicólogo y sociólogo francés, experto en Ecología Relacional.
Material extraído: Revista "Uno Mismo". Julio 2011
Evalúo el camino recorrido después de los tanteos de mi juventud. En esa época, buscaba sobre todo la aprobación de todos los que se cruzaban por mi camino, tenía la absoluta necesidad de gustar y, en particular, no desagradar o apenar a cualquier precio, a todos los que me encontraba. Quería ser aceptado incondicionalmente y, entonces, me dedicaba con mucho cuidado a exponer aquellos aspectos que más me favorecían. En pocas palabras, no me respetaba, estaba lejos de ser fiel a mí mismo.
Me tomó mucho tiempo salir de este conflicto, que se repetía incansablemente, entre pseudo fidelidad al otro y pseudo fidelidad conmigo mismo.
Pero poco a poco se fue perfilando un camino de libertad, sin culpas frente al otro, con cierta ternura y tranquila fortaleza, cuando asumí el riesgo de definirme en mi diferencia, en afirmar mis umbrales de tolerancia faz a tal o cual comportamiento planteado por el otro, en expresar mis sentimientos reales o en posicionarme sin necesidad de encerrarme en el silencio o en el enojo.
Al comienzo de mi vida adulta, por ejemplo, recuerdo que abordaba un obstáculo o una situación penosa de un modo tan defensivo que, movilizando lo esencial de mis energías, desataba una sucesión de reacciones en cadena, sin progreso de la situación y cuyo resultado a la larga me acarreaba una mayor victimización.
Actualmente, contemplo el amplio abanico de posibilidades que se me presentan: no fomentar la oposición sino favorecer la oposición, apoyarme sobre los puntos comunes en lugar de poner en evidencia los antagonismos, no permitir la definición del otro, sino correr el riesgo de situarme, afirmarme, reencuadrar las situaciones sin cargar sobre mí los problemas ajenos. No guardarme lo que provenía de los demás cuando no era bueno para mí y animarme a restituir los mensajes tóxicos (palabras o conductas) que me herían, fueron algunas de las posiciones relacionales que más me hicieron progresar.
Aprendí a hacer alianzas, a encontrar la distancia correcta, a relativizar y sobre todo, a no conservar resentimientos, a atreverme a afrontar un conflicto abierto en lugar de permanecer en los no dichos y en los pensamientos estériles.
Entre todo y nada, existe una multitud de posibilidades que pueden ser exploradas y vividas.
Hoy en día, en mi entorno, se están dando numerosos cambios: relaciones que se marchitan, personas fiables que se van tornando versátiles, muertes, la profundización de los recursos y los beneficios de la soledad, la reconciliación con mi cuerpo, cansado ya de advertirme que le prestara más atención e incluso que fuera más clemente con él...
Intento saborear la vida con lucidez y ternura como un regalo que se renueva cada día.
Avanzo por la vida lo más erguido posible, aunque una de mis piernas se arrastre un poco, le doy ánimo para que me siga acompañando. Todavía tenemos mucho por descubrir.
Traducción: Joselyn Vanclef
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