Ken Wilber. La conciencia sin fronteras
Lo cierto es que vivimos en un mundo de conflicto y oposición porque es un mundo de demarcaciones y fronteras. Y puesto que cada línea fronteriza es también una línea de batalla, henos aquí con la difícil situación humana: cuanto más firmes son nuestras fronteras, más encarnizadas son nuestras batallas. Cuanto más me aferro al placer, más temo, necesariamente, al dolor. Cuanto más voy en pos del bien, tanto más me obsesiona el mal. ... Ahora bien, la forma en que de ordinario intentamos resolver estos problemas es tratar de extirpar uno de los opuestos. Encaramos el problema del bien y del mal procurando exterminar el mal. ... Suponemos que la vida sería perfectamente placentera con sólo que pudiéramos anular los polos negativos e indeseables de todos los pares de opuestos. ... La cuestión no es separar los opuestos para lograr un "progreso hacia lo positivo", sino más bien unificar y armonizar los opuestos descubriendo un fundamento que trascienda y abarque a ambos. Y ese fundamento es la conciencia misma de unidad. ... Así la solución de la guerra de los opuestos exige que se renuncie a todas las fronteras, que no se siga con el malabarismo de jugar con los opuestos. La guerra de los opuestos es un síntoma de que se está tomando por real una demarcación, y para curar los síntomas debemos ir a la raíz misma de la cuestión: nuestras demarcaciones ilusorias. ... Cuando se comprende que los opuestos son uno, la discordia se disuelve en concordia, las batallas se convierten en danza y los antiguos enemigos se revelan amantes. Estamos entonces en condiciones de entablar amistad con la totalidad de nuestro universo, en vez de seguir manteniéndolo dividido por la mitad.
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